México.-Organizaciones criminales facilitan un paso irregular de alto nivel desde México hacia Estados Unidos a través de Baja California. En este proceso, los migrantes son transportados en vehículos hasta llegar al país vecino, donde buscan solicitar asilo por motivos humanitarios.
MILENIO llegó al destino de esta ruta en el lado estadunidense: Jacumba, una localidad de San Diego, California, donde habitan apenas 561 personas, en su mayoría jubilados.
Entre ellos destaca Gerry, cuyo rancho colinda con el muro fronterizo que divide su propiedad con Jacumé, poblado de Tecate, Baja California, y es ahí donde se acaban las vallas metálicas junto a unas grandes rocas.
Él y su esposa María llevan 45 años viviendo en Jacumba. Desde las ventanas de su hogar, veían de vez en cuando cómo cruzaban migrantes de manera irregular, en su mayoría mexicanos, pero eso cambió en mayo de 2023.
Ya no eran unos cuántos, sino cientos los que empezaron a ver caminar en fila, a un costado del muro para cruzar por un pequeño hueco del cerco, el cual ahora tiene casi un metro de ancho.
“Vienen de Uzbekistán, Pakistán, Kazajistán, Afganistán, hay unos de Rusia, de Croacia, de Serbia, bastante gente de Europa también”, contó Gerry a MILENIO.
Llegan en camionetas hasta el muro
Del lado mexicano, a todas horas se ven camionetas tipo Suburban que corren a toda velocidad a un costado del muro metálico pintado de rojo, que en lo alto tiene alambre de púas.
Lo hacen por casi un kilómetro, hasta llegar al lado oeste, donde se acaban las vallas en la propiedad de Gerry, y para ingresar a territorio estadunidense nada ni nadie lo impide.
El ruido del motor anuncia que está próximo a llegar un nuevo grupo de migrantes que cruzarán la frontera en menos de 30 segundos y sin riesgo alguno.
De pronto el vehículo, con vidrios polarizados, detiene su marcha, se abren las cuatro puertas y la batea de la vagoneta, color gris oscuro, y sin placas de circulación.
Bajan apresurados dos jóvenes, cinco adultos y dos niños, además del conductor, quien antes les recuerda que con rapidez deben acomodarse para la grabación de un video.
“Hoy es 27 de enero y estamos cruzando”, es el grito de una mujer que usa una gruesa chamarra para después correr junto con su hija a la zona donde no hay muro en la frontera entre Jacumé y Jacumba.
“¡Hey, cuidado!”, grita un migrante colombiano a sus paisanos al ver que al cruzar a territorio estadunidense hay un alambre de púas, cuyo reflejo le hace mover la cabeza para esquivarlo mientras con sus brazos carga sobre su pecho a su pequeño hijo.
Pasa otro extranjero, pero al tercero se le atora la capucha de su sudadera en el alambre y, con desesperación, trata de quitárselo.
«¡Tranquilo, ya pasamos! le grita el primero de ellos para después entrar otra joven en compañía de su hija y su madre, quien grita que son de “Colombia, Colombia”.
El último de ese grupo en pisar Jacumba es Raúl Sebastián, de 25 años de edad, quien agradece a Dios por poder llegar al país que gobierna Joe Biden.
La emoción le gana, tanto que no recuerda si fueron cuatro o cinco días los que hizo de su país a esta frontera sur de Estados Unidos.
Camina rápido sin saber a dónde irá, pues el traficante solo le comentó que debía caminar hasta encontrarse a un agente de la Patrulla Fronteriza para entregarse.
Su destino dice, será Jacksonville, Florida, donde se reunirá con su hermano.
Con más rapidez camina Elizabeth, quien usa una chamarra gruesa para tener menos frío la tarde de este viernes 26 de enero.
“Es la felicidad más grande volver a ver a mi hijo”, grita mientras levanta la cara y mira al cielo esta madre de familia que espera llegar a Chicago, Illinois.
Aunque se lamenta tener que dejar a su sola, pues viajó también con su hija para que ahora sí toda la familia esté reunida.
“Pensé que no lo íbamos a lograr. Le pedí a Dios y a los 12 apóstoles que nos trajeran. Tengo una felicidad inmensa”, mencionó sin dejar de caminar rumbo al campamento que migrantes han instalado a las orillas del rancho de Gerry.
Aunque no quiso decir cuánto pagó al traficante que los llevó hasta el punto donde no hay muro: “¡No importa lo que pagué, todo es por estar con mi hijo!”, concluyó acelerando su paso, otros compartieron que el servicio que recibieron no es cualquiera, pues los traficantes fueron por ellos en vehículos que cuentan con aire acondicionado o calefacción hasta el lugar donde se hospedan o hacen una cita.
No deben caminar por el desierto y pueden llevarse mochilas, incluso maletas de viaje con sus pertenencias, cuando antes sólo viajaban con lo que llevaban puesto de ropa.
Una hora y media antes, el traficante que llevó a Elizabeth y Raúl Sebastián en la camioneta, usó la misma para dejar a Kindistoroza y otros nueve colombianos, a quienes incluso recibió la Patrulla Fronteriza tras cruzar.
El agente, que habla español, les pidió caminar hasta el campamento instalado por otros migrantes a un kilómetro de distancia, donde deben esperar para ser procesados en su petición de asilo.
Asegura que lo mejor es escapar del régimen político de su país al que le teme más que a los traficantes a los que pagaron para llevarlos a ese punto de la frontera.
“En realidad no piden nada, solamente ellos piden su dinero y cumplen con su trabajo. Se corren riesgos, hay que correrlos, hay que arriesgar”, sostuvo este padre que viajó para tener un mejor futuro económico que le permita darle una mejor vida a su esposa e hijos, a quienes dejó en su natal Colombia.
Su objetivo es llegar a Texas, que está a unos mil kilómetros de distancia. Ahí tiene familiares con los que acordó reunirse una vez estando en la Unión Americana.
En diciembre de 2023, por este punto fronterizo cruzaron en una sola noche más de 800 migrantes, en su mayoría de países de Europa del este y Sudamérica, quienes habrían pagado 15 mil dólares por esta travesía VIP.
Con Información de Comunicado