Ciudad de México.— En plena era digital, una nueva tendencia conocida como soft girl está ganando fuerza entre mujeres jóvenes que deciden dejar de trabajar para dedicarse al hogar, el autocuidado y relaciones donde su pareja —usualmente masculina— las mantiene económicamente.
Este fenómeno ha generado millones de visualizaciones en redes sociales, particularmente en TikTok, con hashtags como #softgirl y #stayathomegirlfriend, donde miles de mujeres comparten sus rutinas alejadas del mundo laboral.
El concepto surgió como una estética en redes sociales: ropa en tonos pastel, maquillaje suave y una actitud dulce. Pero con el tiempo, evolucionó a un estilo de vida donde el bienestar emocional y la vida en pareja toman prioridad sobre la independencia económica.
A diferencia del movimiento girl boss, que promovía el empoderamiento laboral y financiero, las soft girls optan por un modelo más tradicional: quedarse en casa y ser mantenidas por su pareja.
Casos como el de Mika Valentina, de 27 años en Miami, quien dejó su empleo para dedicarse a su hogar y redes sociales, han causado sensación. En México, Nah, la mantenida, es una de las influencers más virales, quien afirma vivir el “sueño de toda chica: ser mantenida por un gringo proveedor”.
También están ejemplos como Camila Torres, una joven mexicana en Guadalajara, quien afirma: “No es flojera, es una elección”, o Alexia Fénix, en Barcelona, quien comparte: “Soy una soft girl por decisión, no por necesidad”.
Esta tendencia ha abierto un debate social intenso. Para algunas feministas, representa un retroceso en la lucha por la independencia económica de las mujeres. Para otras, es una forma legítima de liberarse del estrés laboral y priorizar la salud mental y afectiva.
Críticas en redes sociales apuntan que:
“Nada nuevo, es el conservadurismo en otro envase”.
“Suena atractivo, pero el costo es la independencia”.
“No se dejen engañar chicas, esto no es empoderamiento”.
Por su parte, la socióloga Ingrid Gómez, de la UNAM, afirma que este fenómeno muestra una generación que cuestiona los modelos tradicionales de éxito profesional, pero también advierte: “existe una fragilidad estructural cuando la estabilidad económica depende de un tercero”.
Más allá de las posturas ideológicas, el auge de las soft girls refleja un cambio generacional en cómo las mujeres ven su rol en la sociedad. Ya no se trata solo de romper el techo de cristal en las oficinas, sino de reconfigurar qué significa el bienestar y cómo se construyen las relaciones de pareja en el siglo XXI.
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