Ciudad Juárez.– Lo que comenzó como un acto de aparente confianza y cercanía terminó convertido en una historia de traición y codicia. La mañana del domingo 23 de noviembre, Irma Gamboa, de 70 años, fue encontrada sin vida, tendida bocarriba en el comedor de su vivienda en Rincones de San Marcos, con severos golpes en el rostro y la cabeza. Su presunto asesino: Paulino Lizandro C. L., de apenas 18 años, quien, según la investigación oficial, la atacó para quedarse con su automóvil, un Volkswagen Vento modelo 2017.
Paulino era hijo de una antigua trabajadora doméstica de Irma. De vez en cuando acudía a realizar labores de limpieza, un oficio que conocía desde niño. Esa cercanía fue justamente la que le permitió entrar a la vivienda sin levantar sospechas. Pero la noche del 22 de noviembre y madrugada del 23 se convirtió en la última que Irma compartiría con él en su hogar.
De acuerdo con el testimonio que dio ante los agentes ministeriales, Paulino confesó que le gustaba el carro de Irma. Y, además, que toda su vida había caminado largas distancias. Estaba harto.
Las distancias en Ciudad Juárez, la falta de transporte público eficiente y el clima extremo —el calor abrasador o el frío doloroso— forman una queja cotidiana para miles de ciudadanos. Para Paulino, ese hartazgo se convirtió en un detonante. Pero aún así, esos factores no eran suficientes para constituir una amenaza real, hasta que se sumó otro elemento: “No pensé en las consecuencias”, declaró tras su detención.
Irma fue encontrada alrededor de las 6:00 de la mañana del 23 de noviembre. Presentaba golpes contundentes en la cabeza y una laceración vascular cervical, heridas que resultaron mortales.
La escena del crimen tenía señales claras de manipulación:
El cuerpo fue movido de su posición original.
Había un cuchillo de cocina y un galón de cloro con manchas de sangre.
Alguien había intentado limpiar.
Pero la limpieza fue deficiente. Peritos, mediante agentes químicos y luz especializada, detectaron huellas de calzado marcadas en sangre, rastro del agresor que intentó ocultar su paso.
Irma vivía con su hermana, pero al momento del ataque se encontraba sola. La hermana había salido al supermercado ubicado en Ramón Rayón y Durango. Quien la llevó fue Paulino… pero no quiso identificarse.
“Soy Julián”, dijo.
Luego la abandonó en el lugar, lo que la llevó a llamar a la Policía al no poder contactar a su hermana y sospechar que algo no estaba bien.
Cuando ella y los agentes llegaron a la vivienda, encontraron la puerta forzada. Dentro, la tragedia.
Los agentes investigadores obtuvieron videos de vigilancia de vecinos. En ellos se observa lo siguiente:
El 22 de noviembre a las 11:47 p.m., el Vento de Irma salió de su vivienda.
El 23 de noviembre a las 2:30 a.m., regresó.
Del vehículo bajó un joven delgado, de aproximadamente 1.75 metros de estatura.
Dos minutos después salió nuevamente, ahora acompañado de otro joven, un poco más bajo.
Ambos se fueron a bordo del auto.
Estas imágenes confirmaron que el vehículo fue utilizado justo durante la ventana en la que ocurrió el feminicidio.
Con los indicios claros de que el vehículo era la pieza clave, la Fiscalía concentró la búsqueda en zonas donde Paulino solía transitar. Familiares de Irma lo señalaron como visitante frecuente de la vivienda.
El jueves 27 de noviembre, cerca de las 5:00 p.m., agentes ubicaron el Vento circulando en Rincón de Extremadura, con cuatro hombres a bordo. Tras marcarles el alto y verificar la serie, confirmaron el reporte de robo vinculado al feminicidio.
Los cuatro fueron detenidos. La familia identificó inmediatamente a Paulino como el joven que realizaba labores domésticas para Irma. La Fiscalía procedió.
El domingo 30 de noviembre, la Fiscalía presentó formalmente a:
Paulino Lizandro C. L., 18 años
Brian C., presunto cómplice
Ambos fueron enviados a prisión preventiva por 24 meses, acusados de:
Feminicidio agravado
Robo agravado
En la audiencia que enfrentan este día se determinará si serán o no vinculados a proceso.
La historia de Irma echa luz sobre un fenómeno doloroso: la violencia ejercida por personas cercanas, la vulnerabilidad de los adultos mayores y la facilidad con la que la codicia —un automóvil, un deseo, un impulso— puede transformarse en tragedia.
La investigación continúa para esclarecer completamente el papel de cada persona involucrada y reconstruir minuto a minuto lo que ocurrió esa noche.
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