Declaratoria de emergencia, maquinaria a tope y albergues reventando: el caos ya tiene administración… pero no control
CHIHUAHUA, CHIH.- Lo que parecía “una lloviznita de verano” se convirtió en un verdadero diluvio estatal: 63 municipios del estado de Chihuahua están oficialmente bajo declaratoria de emergencia, luego de que las lluvias convirtieran caminos en trampas de lodo, ríos en bestias desbordadas y colonias enteras en piscinas olímpicas sin cloro ni salvavidas.
La situación forzó al Gobierno del Estado a activar la emergencia tras el desastre en municipios serranos como Urique, Bocoyna, Guachochi, Batopilas y Madera, donde llegar ya era difícil, y ahora es casi una odisea.
Retroexcavadoras por todos lados (pero sin efectos especiales)
De acuerdo con el secretario general de Gobierno, Santiago de la Peña, se desplegaron 138 máquinas pesadas y 52 unidades de apoyo para intervenir caminos y bordos. La idea: al menos despejar lo suficiente para que el caos se vea organizado.
“Esta declaratoria nos permite actuar con rapidez”, afirmó de la Peña mientras intentaba contactar a alcaldes que, según se reporta, tienen la señal igual de colapsada que sus carreteras.
Billete sí hay: despensas, medicina y techos prestados
Para quienes pensaban que la ayuda llegaría en rezos, el Gobierno sacó la cartera estatal: se invirtieron 1.2 millones de pesos en despensas, colchonetas, agua embotellada y lo básico para no morirse de hambre. Además, se echó mano del fideicomiso de 40 millones para levantar viviendas, repartir medicamentos y atender focos rojos en Chihuahua capital, Juárez y Parral.
Más de 247 familias ya duermen en albergues y 14 centros de refugio están a reventar, con todo y mascotas, cobijas mojadas y sueños en pausa.
“Primero el agua… luego el dengue”
En municipios como Camargo, Ojinaga y Guazapares, ya preparan brigadas médicas, fumigaciones y distribución de plata coloidal, no vaya a ser que, además de nadar entre baches, a los ciudadanos les toque el dengue de souvenir.
El panorama sigue complicado, pero con maquinaria operando, atención médica en puerta y una buena dosis de resignación colectiva, al menos el desastre ya tiene nombre y presupuesto.