Ciudad Juárez.– La esperada reducción de la jornada laboral en México a 40 horas semanales —confirmada por la Secretaría del Trabajo y por la presidenta Claudia Sheinbaum— ha sido celebrada como un logro histórico para la clase trabajadora. Sin embargo, también ha despertado una ola de preocupación entre trabajadores que cobran por productividad, comisión o por hora, quienes temen ver reducidos sus ingresos.
En medio de una “pobreza de tiempo” que afecta la salud y la calidad de vida de millones, esta reforma busca brindar mayor equilibrio entre el trabajo y la vida personal. Pero en ciudades industriales como Ciudad Juárez, la transición no es vista igual por todos.
Empresarios advierten impactos económicos
Durante una rueda de prensa reciente, Mario Cepeda, presidente de Coparmex Juárez, declaró que el cambio podría afectar más de lo que beneficia, especialmente a quienes no tienen un salario fijo mensual.
“La reforma laboral y jornada de 40 horas traerán más perjuicios que beneficios. El gobierno toma la decisión por una cuestión política más que por apoyar a los trabajadores”, dijo Cepeda.
El líder empresarial también mencionó que algunos empleados ya han expresado su inconformidad, pues temen que trabajar menos tiempo signifique automáticamente ganar menos dinero, al no poder alcanzar las mismas metas de productividad o comisiones.
¿Por qué hay preocupación entre algunos trabajadores?
En sectores como ventas, servicios o maquiladoras, los ingresos dependen de la cantidad de horas laboradas o del volumen de producción alcanzado. Para estos trabajadores, menos horas pueden traducirse en menores ingresos, especialmente si no se ajustan los modelos de pago por objetivos o si no hay incentivos compensatorios.
¿Y los beneficios de la reforma?
No todo es negativo. La jornada de 40 horas acerca a México a los estándares laborales de otros países desarrollados, donde el equilibrio vida-trabajo se considera esencial. Además, se espera que este cambio contribuya a reducir el estrés laboral, mejorar la salud mental y aumentar la productividad a largo plazo.
Sin embargo, el reto está en su implementación: sin reglas claras o incentivos, podrían generarse simulaciones, recortes salariales encubiertos o incluso despidos.