Expertos advierten que emojis y abreviaciones se han convertido en un lenguaje con significados que los adultos no siempre comprenden, y que pueden ocultar dinámicas de riesgo
Ciudad de México.– Lo que para un adulto puede parecer un mensaje inofensivo o incluso cariñoso, en el mundo adolescente puede tener connotaciones totalmente distintas. Esta diferencia de códigos, muchas veces invisibles para madres y padres, está marcando una nueva brecha generacional alimentada por el uso de emojis, abreviaciones y códigos exclusivos.
En una escena que se ha hecho viral gracias a la serie de Netflix Adolescencia, un padre descubre que un emoji de píldora 💊 no se refiere a medicamentos, sino a Xanax o drogas recreativas. Un corazón morado 💜 no simboliza ternura, sino un mensaje de carga sexual. Y uno naranja 🧡 significa: “todo va a estar bien”.
Estos símbolos, aparentemente inofensivos, se han transformado en un lenguaje cifrado dentro de comunidades digitales adolescentes, donde el contexto y la intención son clave para entender lo que realmente se quiere decir.
Casos como el de Jamie Miller, personaje de la serie, ilustran el peligro de la desconexión emocional y digital entre padres e hijos. Jamie, un adolescente retraído, consumía contenido sobre incels (jóvenes que se consideran condenados a la soltería) mientras mantenía una vida online desconocida para sus padres.
“No sabes lo que ven en su habitación”, dice un personaje en la serie. “Podrían estar viendo porno o cualquier otra cosa”.
Jesús Ramírez Escobar, psicólogo consultado por Milenio, señala que estos códigos no son nuevos, pero su uso actual se ha hecho más complejo debido a que ahora se desarrollan en comunidades digitales muy específicas, muchas veces cerradas para el mundo adulto.
“Si no generan un lazo de confianza, los hijos pueden estar diciendo una cosa… y haciendo otra”, advierte el experto.
Los emojis sirven tanto para acortar mensajes como para crear una especie de “lengua secreta”, a la que solo ciertos grupos tienen acceso. Esto puede derivar en malentendidos, exclusión o incluso riesgos cuando se usan para encubrir violencia, acoso o consumo de sustancias.
Ramírez también resalta que la solución no está en vigilar o prohibir el uso de celulares o redes sociales. Aunque las restricciones pueden funcionar como medida inmediata, lo más eficaz es construir lazos de confianza desde el diálogo y el acompañamiento.
“Hay mucho miedo en establecer límites, por temor a repetir patrones de crianza rígidos. Pero no se trata de ser amigos, sino de tener una comunicación clara que permita poner reglas y detectar señales de alerta”, concluye.
Infórmate sobre el lenguaje digital que usan los adolescentes.
No minimices ni ignores los códigos o símbolos que no entiendas.
Establece canales de comunicación abiertos y sin juicio.
Supervisa desde la confianza, no desde el control.
Busca ayuda profesional si detectas cambios bruscos en el comportamiento.
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