Culiacán, Sinaloa.— Frente a una cruz colgada sobre una cama vieja y polvorienta, un hombre corpulento, con guantes de látex, gafas oscuras y la cara cubierta por una bufanda, confiesa: “Sí, produzco fentanilo”. Es integrante activo del Cártel de Sinaloa, y su testimonio fue obtenido cara a cara por un equipo internacional de periodistas que, tras semanas de gestión y verificación, lograron entrevistarlo en una casa aparentemente común del sur de Culiacán.
En una escena surrealista que mezcla fe, violencia y crimen organizado, este operador clandestino detalla cómo el opioide más letal del mundo sigue fabricándose dentro de México, a pesar de las fuertes acciones del gobierno federal y el despliegue de más de 10 mil efectivos de la Guardia Nacional en la frontera norte.
“Las familias tienen que comer. Claro que es triste, pero hay que continuar”, dice el hombre, junto a un rifle de asalto y múltiples radios de comunicación que monitorean los movimientos del ejército mexicano en tiempo real.
Producción de fentanilo: táctica de guerra en pequeños lotes
Contrario a lo que afirma el gobierno de México —que niega la producción de fentanilo y asegura que los laboratorios son para metanfetamina— este testimonio y diversas incautaciones apuntan a lo contrario. El hombre explica que la estrategia del cártel ha cambiado: ya no hay grandes laboratorios visibles, sino reactores pequeños y cocinas móviles que pueden desarmarse y desplazarse en minutos.
El objetivo es evadir cateos militares, mantenerse operativos y continuar exportando dosis pequeñas, pero letales hacia Estados Unidos.
Entre amenazas de Trump y la ofensiva de Sheinbaum
La entrevista se da en un contexto de alta tensión bilateral. El expresidente de EE.UU., Donald Trump, designó al Cártel de Sinaloa como organización terrorista y amenazó con intervención militar, mientras la actual presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, lanzó una ofensiva frontal. En sus primeros seis meses de gobierno se reportan más de 17 mil detenciones por delitos de alto impacto, y el decomiso de 1.5 toneladas de fentanilo y 2 millones de pastillas.
“Nos hemos debilitado, pero seguimos. Cambiamos de lugar cada semana”, reconoce el hombre, justificando sus acciones como supervivencia en un país sin oportunidades.
Fentanilo: muerte en miligramos
La droga que este hombre produce tiene un destino claro: el mercado estadounidense, donde solo dos miligramos de fentanilo —el equivalente a unos granos de sal— pueden matar. En 2024, la Aduana de EE.UU. incautó más de 24 mil libras de esta sustancia, lo que no ha frenado el flujo constante desde México.
Según el entrevistado, los precursores químicos llegan desde China, se procesan en puntos estratégicos de Sinaloa y otros estados donde la presencia militar es débil, y luego se transportan en pequeñas dosis por caminos alternativos.
Seguridad y vigilancia: el nuevo brazo del narco
El miembro del cártel asegura que invierten fuertemente en vigilancia, con redes que les permiten monitorear hasta patrullas locales. “Los radios no paran. Nos avisan todo. Así seguimos vivos”, dice mientras recibe una transmisión de un vigía sobre un convoy militar.
Conclusión: la guerra sigue, el negocio también
La entrevista revela un panorama alarmante: la producción de fentanilo no ha sido erradicada, solo transformada. Bajo un esquema ágil y descentralizado, el Cártel de Sinaloa sigue operando, adaptándose a las nuevas estrategias del gobierno y del mercado negro. Mientras tanto, miles de vidas siguen en riesgo a cada lado de la frontera.