Ciudad del Vaticano.– En medio del luto mundial por el fallecimiento del Papa Francisco, ha resurgido una historia poco conocida pero profundamente humana: el romance juvenil que marcó el camino espiritual de Jorge Mario Bergoglio, hoy recordado como el primer Papa latinoamericano.
Cuando tenía apenas 12 años, el joven Bergoglio vivió un inocente pero intenso amor de adolescencia con su vecina Amalia Damonte, en el barrio de Flores, Buenos Aires. Un día, impulsado por sus sentimientos, le declaró: “Si no puedo casarme contigo, me haré sacerdote”.
La respuesta fue un “no” y, según Amalia, su padre le prohibió continuar el vínculo, incluso castigándola por haber escrito una carta. Años después, ella recordaría entre risas: “Por suerte para él, le dije que no”.
Esa promesa adolescente, marcada por el rechazo y la devoción, se convirtió en uno de los motores que impulsaron al joven Jorge hacia el sacerdocio. En 2013, asumiría como el Papa Francisco, guiando a la Iglesia Católica durante más de una década, en medio de crisis, reformas y una profunda conexión con el pueblo.
Francisco falleció este 21 de abril, a los 88 años, tras complicaciones respiratorias. Su legado espiritual ha sido destacado en todo el mundo, pero detrás del líder de millones de fieles, existía un corazón humano que, en su juventud, también fue movido por el amor.