La vida en la Tierra podría haber surgido a partir de acontecimientos fortuitos que coincidieron en un espacio y un tiempo determinado. Ello significa que, nuestra presencia, y la de otras especies, es y pudo haber sido consecuencia del azar y la casualidad.
Aunque no existen pruebas contundentes en torno a lo que afirmo en el párrafo anterior, sí ha habido hechos, producto del azar, que indudablemente han ayudado a moldear -como la caída del meteorito en Chicxulub en Yucatán, México hace 66 millones de años –la evolución de la vida en nuestro planeta.
Otro acontecimiento que podría haber determinado el origen de la vida multicelular es la variación en intensidad, hace millones de años, del campo magnético terrestre.
Al menos eso es lo que plantean, en un artículo recientemente publicado en la revista británica Nature, científicos de la Universidad de Rochester, Nueva York.
Su hipótesis, basada en el estudio de rocas, apunta a que el debilitamiento del campo magnético de la Tierra no provocó, contrario a lo que se pensaba, una catástrofe biológica; sino al contrario: es muy probable que dicho debilitamiento se haya traducido en un aumento de los niveles de oxígeno, lo cual creó las condiciones óptimas para el florecimiento de las primeras formas de vida.
En 2019, otro equipo de investigadores -quienes estudiaban las “firmas” magnéticas en rocas canadienses- reportaron que sus muestras indicaban, para su sorpresa, el debilitamiento del campo magnético; esto habría sucedido hace unos 565 millones de años, durante el periodo geológico llamado Ediacárico, cuando los organismos multicelulares apenas estaban desarrollándose.
Cabe mencionar también que, durante muchas décadas, la mayor parte de la comunidad científica consideraba que un campo magnético pequeño -y por consiguiente debilitado- sería perjudicial para la vida que en ese momento estaba emergiendo, ya que se pensaba que éste protegía a aquellos primeros organismos de los dañinos y nocivos vientos solares, los cuales están cargados de partículas extremadamente energéticas.
De hecho, quien no estaba de acuerdo con la noción de que un campo magnético debilitado sería el preámbulo para la destrucción de la vida, era el fallecido astrónomo y divulgador de la ciencia Carl Sagan. Éste creía, en los años sesenta, que la atmósfera de la Tierra y los océanos podrían haber servido como una especie de “sábana” protectora para las primeras formas de vida, aún si el campo magnético se encontraba débil.
Y Sagan no se equivocó con sus afirmaciones porque, justamente en 2019, sus argumentos, por aquel entonces controvertidos, fueron corroborados experimentalmente.
Por otro lado, los científicos a cargo del trabajo de Nature, entre los que destacan John A. Tarduno y Wentao Huang, han afirmado que, por ahora, desconocen si la relación entre un campo magnético débil, así como la presencia de más cantidad de oxígeno en la Tierra por lo debilitado de dicho campo, es un fenómeno que surge azarosamente (que es mera coincidencia) o, en cambio, es producto de la causalidad, es decir, de la relación entre causa y efecto que se establece entre el campo magnético debilitado y un aumento en las cantidades de oxígeno en aquella atmósfera de hace 565 millones de años.
Para resolver esta interrogante, los investigadores tendrán que realizar más análisis de rocas y, por supuesto, crear modelos que les sirvan para terminar, de una vez por todas, de resolver el enigma.
En lo que respecta al hecho de si en el futuro veremos un nuevo debilitamiento del campo magnético terrestre, en realidad no se sabe con certeza ya que éste es un fenómeno que ocurre en espacios cuya duración es de millones de años entre uno y otro debilitamiento.
Además, no existe un patrón determinado, es decir, se desconoce -exactamente- cuándo sucederá el próximo.
El campo magnético de la Tierra
El campo magnético terrestre es como un imán que, cada cierto tiempo -aproximadamente cada medio millón de años- se invierte. Es decir, el polo norte se convierte en el polo sur y viceversa. Este comportamiento se observa también en otros planetas del sistema solar como por ejemplo Júpiter, el cual tiene un campo magnético extremadamente poderoso.
En ese sentido, de acuerdo con la astrónoma mexicana Julieta Fierro, “no existen indicios claros de que un próximo cambio [en el que se invierta el campo magnético] esté a punto de suceder”.
En lo referente al debilitamiento del campo magnético, tampoco puede establecerse una fecha exacta, pero seguramente sucederá.
Por ejemplo, hoy se sabe que en el océano Atlántico Sur está produciéndose un fenómeno llamado “anomalía del Atlántico Sur”, con el cual se ha logrado detectar que, en los últimos doscientos años, el campo magnético terrestre ha ido debilitándose de forma paulatina, de tal suerte que entre África y América del Sur se ha formado ya una región muy amplia donde puede detectarse una menor intensidad magnética.
Pero, ¿qué es aquello que está produciendo la anomalía del Atlántico Sur? Por el momento los científicos no tienen una respuesta, aunque, gracias a la misión Swarm de la Agencia Espacial Europa (ESA, por sus siglas en inglés) posiblemente en pocos años se tendrá una explicación.
Quizá también, gracias a la tecnología aeroespacial, pueda predecirse en un futuro no muy lejano por qué se produce el debilitamiento del campo magnético de nuestro planeta. También, resultaría interesante que los científicos estudien el campo magnético de otros mundos del sistema solar con la finalidad de saber cómo funciona el nuestro.
Para finalizar, y como podemos percatarnos, existen fenómenos en la naturaleza que se rigen por leyes y principios de causa y efecto (fenómenos que son fácilmente predecibles como lo que le sucede a una piedra cuando cae de una altura elevada; o el movimiento de los planetas a través de sus órbitas) contra otros que no siguen tan al pie de la letra estos principios y leyes (como los fenómenos del azar y la probabilidad), los cuales pueden observarse en el clima, en el comportamiento del campo magnético y hasta en la mecánica cuántica.
Y son justamente estos fenómenos azarosos, que no pueden predecirse con exactitud, a los que a la ciencia -siempre rigurosa- por el momento le cuesta acceder.
Ello no significa que este tipo de fenómenos nunca pueden resolverse o predecirse porque, como hemos observado a lo largo de la historia, los seres humanos, gracias a nuestra capacidad de imaginar y crear, hemos llegado a resultados y soluciones que en su momento han sido consideradas como descabelladas pero que posteriormente se convierten en respuestas válidas.
Aristegui Noticias